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De un tiempo a esta parte, las críticas a nuestra sociedad de consumo se van haciendo más frecuentes. Supongo que es una consecuencia lógica de tanto de nuestro modelo de producción como de nuestros hábitos de consumo. Hemos llegado a esta situación por algo.

Obsolescencia programada (planned obsolescence) son unas palabrejas muy raras que hacen referencia a una característica de la manera de construir un producto, o un bien de consumo, por la que se queda obsoleto en un plazo prefijado. ¿Por qué ocurre esto?

En primer lugar, en documentales y escritos al respecto, se habla de una obsolescencia programada en el mismo proceso de producción. Esto significa que la gente lista e ingenieril que diseña y fabrica los productos los hace con una vida útil determinada (en ocasiones, inferior a lo que daría de sí la tecnología). Esto es, los productos son creados desde las empresas de manera premeditada para que fallen, y así incentivar el consumo.

Por otro lado, estas mismas fuentes suelen hablar de una obsolescencia programada cuyo principal agente es el consumidor. A esta segunda obsolescencia yo prefiero llamarla obsolescencia social (otros lo denominan obsolescencia percibida). Esto significa que se nos ha metido en la cabeza la idea de que los productos dejan de valer, o son reemplazables (mola reemplazarlos) al poco. El ejemplo quizá más sangrante de esto es la moda o la tecnología informática. En éstos, cada temporada nueva, surgen nuevos productos (modelitos, ordenadores, iPads, etc.) que establecen la tendencia de compra. Este tipo de producto se queda anticuado y viejo al poco tiempo.

Si atendemos al aspecto político de toda esta historia, a mí me viene a la cabeza el capitalismo. Específicamente, me viene a la mente la bucólica imagen de la economía libre de mercado (con casitas, gente alegre trabajando y un ferrocarril), y gente en traje muy ocupada por Wall Street y esos centros de nigromancia, cabilando sobre de qué manera ganar más pasta. Resulta fácil imaginar (para mí) que el modelo de producción en los países capitalistas o capitalistizados (perdón por el vocablo) promueva o inste a una obsolescencia programada de los productos (tanto en la misma fábrica como en la educación que reciben los consumidores).

Zeitgeist

Dado que bastante gente empieza a hacerse eco de esta peculiar manera de actuar, es sencillo encontrar información acerca de esto. En primer lugar, cabe mencionar las películas-documentales Zeitgeist (esta palabra alemana significa algo así como «el espíritu de la época»). En la primera entrega, un tanto sacada de la más apasionante teoría de la conspiración, se habla muchas cosas pero mencionaré aquí el jugueteo sucio con el dinero y sus múltiples vericuetos. La segunda entrega del documental, Zeitgeist: Addendum, nos habla de la estafa económica inserta en nuestro mecanismo de producción por la cual se hace necesario tener deudas y escasez, lo cual no anda muy alejado de la estafa intrínseca a la obsolescencia programada.

Los enlaces llevan sendos documentales colgados en Vimeo. En mi opinión, son documentales que merece la pena ver. Aparte de mi escaso juicio, son documentales, por lo general, con buena acogida por parte de la crítica y la gente de Zeitgeist está comprometida en proyectos sociales (como el proyecto Venus). Si se googlea un poco no es difícil encontrar ambos documentales con subtítulos en castellano. Por cierto que una tercera entrega, Zeitgeist: Moving Forward, sale el 15 de enero. Podéis ver aquí un trailer.

The Story of Stuff

No puedo dejar de hablar de un documental en esta línea mucho más corto y menos de la teoría de la conspiración. No me malinterpreten: me gustan mucho las teorías de la conspiración, pero entiendo, que no son asequibles para todos. Este documental se llama The story of stuff (traducido como La historia de las cosas) y cuenta, bien escenificado y muy claramente, qué nos cuentan y qué no del mecanismo económico de producción que todos sufrimos. Lo mejor de esto es que, al escenificarlo, dice cómo encuadrar la parte que vemos (supermercado) con la que no vemos (fábricas, desperdicios, empleados). Es una manera muy lograda de poner en una narración esta versión del problema, a partir de los retazos que, quien más quien menos, todos hemos visto. El vídeo ha sido criticado porque se excede en determinados asertos. No me voy a meter en eso, sino que, lo meto aquí por esa cualidad, la narratividad y escenificación que tiene. Por último, pero no menos importante, el documental habla del consumismo desde el enfoque de la obsolescencia programada (aquí lo doblan como obsolencia) y, si me permitís, es la parte más jugosa del vídeo. El documental dura 21 minutos y está originalmente en inglés, pero aquí se puede ver doblado:

El gran casino europeo

Este mini-documental tiene lugares comunes con Zeitgeist: Addendum, en cuanto a contenido. No obstante, en cuanto a forma es infinitamente más corto (3 minutillos) e infinitamente menos oscuro y abstruso. Es como la explicación rápida y sencilla de las tomaduras de pelo y soflamas que nos cuelan por los mass media cuando hablan de deuda pública (ahora, con la venta de bonos de deuda de España, es fácil oírlo/verlo).

El vídeo, alojado en Vimeo, lo podeis ver aquí.

Comprar, tirar, comprar

Este es el documental estrella de esta entrada. No es tanto por su bondad documental (que la tiene) sino por su novedad, pues fue hace poco emitido en diversos países de Europa (en España, fue emitido el día 9 de enero por la cadena estatal La 2). En este documental está, en gran parte (también en los otros), amparada la breve introducción del principio de esta entrada.

Este trabajo expone la teoría acerca de la obsolescencia programada y lo hace en relación con ejemplos concretos. Tiene una primera parte un poco resumible, a mi juicio, sobre la historia del pacto de las compañías eléctricas para vender bombillas deliberadamente defectuosas y, después, pasa a ejemplos más actuales como las prácticas comerciales de determinadas productoras de hardware.

En palabras de Cosima Dannoritzer, realizadora del vídeo, «No sólo ponemos el problema sobre la mesa, sino que también mostramos algunas salidas o soluciones que ya se están debatiendo«. Ésta es una parte bien bonita del documental; consumidores ayudándose mutuamente para hacer frente a este sistema productivo. No todo iban a ser flores, recomiendo ojear esta revisión en el ABC en el que efectúa una resumen-crítica sobre el documental.

El documental dura 52 minutos aproximadamente. Está en castellano y, cuando no, tiene subtítulos.

Se puede ver, por ahora, desde TVE a la carta en la web de La 2, pinchando aquí. No obstante, dado que TVE a la carta dura dos semanas, y por si acaso, he subido (en MP4) el documental a Deposit Files. Puedes descargarlo pinchando aquí.

Recapitulando, creo que conviene que todos nos informemos sobre nuestro consumo, reflexionarlo, y hay que leer y escuchar qué dice otra gente sobre ello (de ahí los documentales). Es importante ponerse uno relativo, pensar si pasaba esto antes, si pasa hoy en día, en la misma medida, fuera de Occidente y tal. De un tiempo a esta parte, no me gusta demasiado la idea de progreso, pero si queremos progresar como sociedad opino que hay trabajo que hacer.